Contrariamente a una cierta
imagen mental muy extendida, Euskal Herria ha
contado con un muy razonable sistema de
comunicaciones en la Antigüedad. En esta ocasión
vamos a centrar nuestra atención en una de las
implicaciones de estas primeras redes viarias.
Nos referimos al comercio, al tránsito de
mercancias cuyo rastro inequívoco puede
conocerse a través de la investigación arqueológica. En primer lugar vamos a
acotar el ámbito cronológico escogido, hablamos
de la etapa romana que, convencionalmente, -y
para lo que ahora nos ocupa- situaremos entre el
siglo primero antes de Cristo y el quinto después.
No existía una única
motivación para el trazado de las vías, si en
un primer momento obedecieron fundamentalmente a
las necesidades del proceso de conquista,
tempranamente comenzaron a tomar peso específico
las cuestiones relacionadas con la explotación
del territorio. De la misma manera no pensemos en
un único trazado homologado e inalterable. A lo
largo de los mencionados 600 años hubo una
paulatina incorporación de trazados secundarios,
haciendo más densa la red de comunicaciones.
Lógicamente no
todos los caminos eran lo que imaginamos como
calzadas, sino que se parecerían más a nuestras
pistas agrícolas. Ahora bien, junto a las
principales ciudades su aspecto sería más
monumental, un nivel al que contribuían las
grandes obras públicas, como los puentes.
Algunos de ellos aún dan carácter a nuestro
paisaje -como los restos del otrora imponente
Puente de Mantible, en la Rioja Alavesa-. Tampoco
todas las vías eran terrestres, hay que decir
que en época romana era mucho más barato el
transporte marítimo, y desde luego para nuestro
País tuvo una importancia fundamental la así
denominada como via maris, complementando
a las comunicaciones convencionales.
Comenzando de Sur
a Norte, Euskal Herria contaba con los siguientes
ejes viarios. En primer lugar estaba la citada via
maris, una ruta de cabotaje que unía los
puertos de la fachada atlántica. Como puntos
extremos tendríamos al Oeste la ciudad de Flaviobriga
(Castro Urdiales) y al Este el puerto comercial
de Oiasson (Irun). La investigación va
rellenando los vacíos entre ambos y ahora
disponemos ya de notables datos sobre enclaves de
estos momentos, como Lekeitio u Ondarribia. Este
sistema de comunicaciones del arco atlántico no
puede entenderse sin un contexto más amplio en
el que se integrarían ciudades tan importantes
como Gijón o la aquitana Burdigala (Bordeaux).
Aproximadamente por el centro del terrritorio
discurría la principal vía terrestre de
comunicaciones: la Astorga- Burdeos, que contaba
como puntos extremos con la ciudad de Asturica
Augusta (Astorga) -a su vez nudo de
comunicaciones como cabecera de la "ruta de
la plata", que ascendía desde el Sur
peninsular- y con la citada Burdigala. Al
interior de Euskal Herria unía localidades como Deobriga,
Veleia, Suestatium, Tullonio,
Alba, Araceli, Alantone, Pompaelo,
Iturissa, Summus Pyrenaeus o Imus
Pyrenaeus. Entre ellas es obligado destacar
las pujantes ciudades de Veleia (Iruña de
Oca, Álava) o Pompaelo (Iruñea/Pamplona). Aún
más al Sur discurría tangencialmente la vía
del Valle del Ebro, que enlazaba notorios núcleos
urbanos como Calagurris (Calahorra) o
Gracchurris (Alfaro). Además de estos trazados
mayores Este -Oeste se contaba con una serie de
rutas Norte-Sur, que garantizaban la articulación
del territorio, nos referimos -por ejemplo- a vías
como las que unían Flaviobriga con Deobriga,
pasando por enclaves tan destacables como el de
Las Ermitas (Espejo, Álava), o la que llevaba de
Oiasson a Pompaelo.
Hagamos ahora un
repaso a lo que circulaba por todas esas vías.
Primeramente, ¿qué se producía en nuestro País?
Fundamentalmente productos agropecuarios.
Recordemos que, según los recientes estudios
sobre paleobotánica, al menos desde el primer
milenio antes de Cristo la zona mediterránea de
Euskal Herria destacaba por su producción cerealística.
También hay que reseñar la explotación de los
metales de la vertientecantábrica -hierro,
galena, plata, etc.- Del mismo modo se utilizó
la caliza decorativa conocida como "mármol"
de Ereño o "rojo Bilbao", profusamente
explotado en época romana, fundamentalmente como
aplacado decorativo para los edificios de buen
porte. Un claro testimonio de ello lo tenemos en
la ciudad de Veleia (Iruña de Oca, Álava),
donde abunda el Ereño utilizado como
revestimiento, para cornisas, para molduras e
incluso como soporte epigráfico.
Los grandes
centros productores de manufacturas quedaban
fuera de nuestro ámbito, aunque contamos con
algunas factorías especializadas. Una decidida
vocación metalúrgica puede establecerse para
los asentamientos de Forua (Gernika) o Aloria (Orduña/Arrastaria),
mientras que en Guethary (Laburdi) se localizaron
las instalaciones de una factoría de salazones.
En la categoría
de centros receptores de mercancías destacarían
los enclaves portuarios, como el citado de Oiasson
(Irun) si bien lo que se conoce de él, por el
momento, se remite en exclusiva a época
altoimperial.
La última categoría
corresponde a los centros de consumo, en los que
a su vez tenemos todo un panorama: desde enclaves
rurales a ciudades, siendo éstas los centros
consumidores por excelencia, sin olvidar que además
las grandes ciudades ejercen un papel de
redistribución de mercancías en su ámbito de
influencia. Es decir, se trata de aquellos
lugares donde mayor potencial encontramos para la
investigación y para la reconstrucción histórica
y de la vida cotidiana de estos momentos.
Finalmente nos
falta saber qué era lo que llegaba hasta los
distintos enclaves de Euskal Herria. La respuesta
es simple, aunque difícil de explicar en breves
líneas. Se recibía prácticamente la totalidad
de las manufacturas que se producían a lo largo
del Imperio. Es obligado referirse a las
producciones cerámicas, uno de los materiales más
abundantes en nuestros yacimientos arqueológicos
y que tantas precisiones nos permiten a la hora
de establecer no sólo circuitos comerciales,
sino fechaciones precisas, hábitos culinarios,
etc. En nuestros museos se custodian centenares
de miles de fragmentos cerámicos procedentes de
los distintos lugares de habitación: ingentes
cantidades de vajilla fina de mesa -la sigillata-,
producida en los vecinos talleres del área de Tritium
Magallum (Tricio, La Rioja), y en menor
medida en los alfares itálicos o en los gálicos
de Montans o La Graufesenque; vajilla de cocina
regional del valle del Ebro, pero también
proveniente de los alfares africanos e itálicos;
recipientes de vidrio regionales e italianos. A
lo largo de la historia del Imperio otros centros
productores toman el relevo y se reestructuran
los mercados. Las sigillatas se producen ahora en
el entorno del Najerilla y el norte de Burgos,
pero también se importan desde África, las
Galias e incluso desde Asia menor. Así mismo
llegan recipientes de vidrio desde África y
desde la zona renana.
Todo un panorama
para una zona tradicionalmente considerada autárquica
y cerrada.
Para saber más: Isturitz
8 y 9 "1er. Coloquio Internacional sobre la romanización
en Euskal Herria", Ed. Eusko Ikaskuntza.
El próximo 2º
Coloquio que se celebrará en el año 2000
plantea además como tema monográfico "El
artesanado en la Antigüedad. Producción,
distribución y consumo".
Resulta totalmente
recomendable la visita a museos de Arqueología
de Álava (Vitoria-Gasteiz), Museo de Navarra (Iruñea/Pamplona)
o Museo de Aquitania (Bordeaux).
Eliseo Gil
Zubillaga es vicepresidente del Instituto Alavés
de Arqueología
Idoia Filloy Nieva
participa en el programa de investigación sobre
el yacimiento de Iruña/Veleia (Iruña de Oca) |