Miguel Sánchez Ostiz, escritor
"Un escritor no puede estar dándole la espalda a la condición humana"
* Traducción al español del original en euskera
Koldo Larrea

Miguel Sánchez OstizSu peculiar barba y bigote canos le hacen inconfundible a este pamplonés que ya ha vivido medio siglo y le otorgan un aspecto amable, reflejo de su persona. Se trata del escritor navarro más prestigioso de la actualidad y, quizá, sin miedo a exagerar, de todos los tiempos. Haber logrado premios como el Herralde de Novela, el Euskadi de Literatura, el Nacional de la Crítica o el Príncipe de Viana de la Cultura avalan su categoría profesional. Como un privilegio literario casi exclusivo, al alcance de unos pocos elegidos. Desde el corazón del valle de Baztán, desde Elizondo, Miguel Sánchez Ostiz profundiza en su visión, en su concepción de la vida, en ese universo tan personal del escritor, en la creación literaria, un mundo molestado por el imparable intrusismo. Por ello, se antoja imprescindible fijar inicialmente los cimientos en un terreno que no conoce fronteras y nada quiere saber de ellas.

-¿Qué es, en qué consiste la literatura?
No tengo la menor idea. Se puede enfocar desde tantos puntos de vista... desde la visión del profesor de universidad, del lector, del crítico, del que la ejerce. Como escritor, pongo una palabra detrás de otra, que no es moco de pavo. Es un oficio que sirve para expresar ideas, además de para hacer bonito. Lo que hace el escritor es transmitir sus perplejidades, sus sospechas, sus certezas, su particular humor, su visión de la realidad. El resultado de eso, puesto por escrito, es la literatura de alguien. La literatura con mayúsculas no sé lo que es. Eso será la historia de la literatura, el cúmulo de todo lo que se ha escrito. Supongo que la literatura consiste en la necesidad que tiene el autor de contar y de contarse.

-¿Continúa existiendo la literatura en este siglo XXI o todo lo que se escribe obedece a razones de mercado, a intereses editoriales?
Sí existe, es lo que yo leo y lo que procuro escribir. Es una ficción, invención literaria, basada en un lenguaje, en unas palabras, en una memoria, en una percepción muy precisa, particular, individual de la realidad, que es la del escritor. Aunque tengo que reconocer que hay un porcentaje cada vez más alto de mercado. Pero siempre ha pasado esto. Desde que se empieza a comercializar, aparecen autores que en su época han sido muy vendidos y luego han pasado al olvido. Hay otros que vendieron poco pero que han perdurado, porque expresaron una concepción distinta del mundo. Se trata de un tema muy azaroso. Te puede pasar o no pasar. Es un gaje del oficio. El gaje de que puedes ser olvidado. Esto tiene poco que ver con el acto fundacional de la escritura. Cuando escribe, el autor tiene que creer absolutamente en lo que hace. Se unen creación y vida. Y su vida está comprometida en eso. En la historia, ha habido muchos autores y sólo unos cuantos han perdurado. Además, ¡ojo!, son poco frecuentados. Quevedo, Torres Villarroel, poco conocido, o Cervantes o Lope, que no me gusta, ¿quién lee a esta gente? Muy pocos y por obligación, en colegios, universidades... Salvo Cervantes. El lector se acerca a él y queda emborrachado de ese barullo de ideas, de palabras, de expresión precisa y de, sobre todo, descripción de la condición humana.

-Se dice que las nuevas tecnologías, incluida esa red de redes de comunicación llamada Internet, van a marcar el desarrollo de este nuevo siglo. ¿Ayudarán a impulsar, a difundir los libros o acabarán con ellos, como predicen algunos?
Todo lo que incite a un lector a acercarse a la literatura es bueno. La literatura existe en un discreto comercio del lector, en una peculiar intimidad, en ese espacio de soledad, de aislamiento que es la lectura. Todo lo que ayude a que esto funcione, será bienvenido. Por otra parte, no reniego de ningún método de transmisión de la palabra, del lenguaje. Respecto al soporte en sí, a ese objeto rarísimo de papel llamado libro, no desaparecerá ni en broma. Todo lo contrario, las nuevas tecnologías ayudarán a que se publiquen libros de más calidad desde el punto de vista del papel y de la impresión. Ahí están los incunables, por ejemplo. Tienen calidad de impresión y cualquier diseñador de ahora se daría con un canto en los dientes. En mi caso, estaría dispuesto a publicar en Internet. Sí, ¿por qué no? A fin de cuentas, se trata de lenguajes e ideas. Todo este pensamiento apocalíptico de que la época va a acabar con el libro me parece una necedad, zanganería espiritual. Eso sí, posiblemente, todos los libros técnicos tendrán soporte digital. Pero los libros literarios de papel continuarán imprimiéndose, aunque primará la calidad sobre la cantidad, a diferencia de lo que ocurre ahora. El lector seguirá buscando esa cosa tan curiosa que es el libro, esa rara intimidad que se establece con la lectura.

-Como escritor, ¿con qué género literario se queda? ¿Con la novela, la poesía, el teatro o el cuento? ¿Cuál prefiere?
Con el cuento, no. No tengo ni puñetera idea de cómo se escribe un cuento. De los demás, me quedo con la novela, porque es el género más ambiguo, el más amplio y en el hoy en día entra de todo. Y luego existe un género hacia el que tengo especial debilidad que es el memorialista, en el que se interpreta la crónica de lo vivido, la época del escritor sin la intervención de la invención literaria. La poesía, menos. Sí, prefiero la crónica, la narración de hechos vividos. Por ejemplo, a mí me gusta la picaresca, que tiene mucho de realidad, que es lo más intenso de la literatura en castellano.

-Y en su universo creativo, en su obra, ¿qué sitio ocupa, qué importancia cobra la mujer?
(Tras un murmullo que se entiende como duda o dificultad, sonríe). La mujer, como mujer, sería lo mismo que el hombre como hombre. Se establece aquí un problema de géneros. La mujer es el otro, tiene un papel que aparece como lo otro, una presencia absolutamente necesaria. Tal vez haya tenido mayor o menor torpeza a la hora de definirla. Soy una persona tímida y pudorosa, lo que supone un handicap terrible para el escritor. Este no debe ser ni tímido ni pudoroso. Por ello, es probable que algunos lectores echen en falta una mayor definición de la mujer, aspecto que he ido afinando con los años. En mi literatura, sí tiene la mujer una presencia. Otra cosa es el sexo. Soy pudoroso y no me siento ni siquiera capacitado técnicamente para describir ciertos episodios arrancados de lo escabroso y transformados en literarios. No lo he podido hacer. Y tampoco creo que sea tan importante. La reflexión sobre el sexo, sí, sobre lo que puede significar. Quizá es eso, que soy un "pasmao", un tímido.

-Sin embargo, y quizá por ello, en su obra siempre ha profundizado en la persona, en el ser humano. ¿Cómo lo definiría?
Ni puta idea. No sé lo que es. Invito a comer al que me diga lo qué es el ser humano. Si nos referimos a la condición humana, ya es otro tema. La persona con sus flaquezas, sus virtudes, sus pasiones, eso claro que está en mi literatura. El ser humano es un concepto filosófico tremendo. Por el contrario, la condición humana es lo que somos, padecemos, lo que percibimos, somos nosotros mismos. Ya lo decía Montaigne: "Soy yo mismo la materia de mis libros". Se trata del autor que mejor ha escrito sobre la condición humana, porque escribió de sí mismo con profundidad. Un escritor no puede estar dándole la espalda a la condición humana. Bueno, en fin, no pretendo dar lecciones a nadie, pero la ambición, la envidia, la pereza, la codicia, la alegría, el gozo, la voluntad, el ansia de libertad son lo que configura la condición humana, la identidad, lo que de verdad somos, mucho más allá de la pertenencia a un grupo, a una tribu determinada.

-Pasando a un plano, a un enfoque más personal, en 1984 dio un paso más que valiente. Abandonó su trabajo de abogado y decidió dedicarse de manera exclusiva a la literatura. Dieciocho años después, ¿se cree, se considera escritor profesionalmente?
¡Joder! ¡Si no hago otra cosa! De la mañana a la noche. Es mi oficio, yo me gano la vida así. Lo podré hacer mejor o peor, pero en un momento me jugué las alubias por algo, di un paso arriesgado. Han pasado muchos años y ahora me digo: "Miguel, algo has hecho ¿eh?". Cuando me preguntan por lo que soy, por mi profesión, no tengo ningún pudor a la hora de decir que soy escritor. Un montón de locos nos estamos ganando la vida así, con mayor o menor fortuna, claro. Ahora bien, tiene sus inconvenientes. Por ejemplo, vas un banco y te dicen que eso no es una profesión... y pasa lo que pasa, en fin...

-Ha escrito un buen puñado de obras, de poesías y de novelas, pero ¿le ha costado mucho llegar hasta aquí, hasta alcanzar el estatus, el prestigio literario del que goza actualmente?
Sí, sí, porque he tenido que vencer la falta de condiciones personales. Soy una persona muy bloqueada desde el punto de vista del lenguaje, tal vez por mi timidez. Me costó muchísimo llegar a un libro como "Las pirañas". A partir de esta obra, las cosas fueron más fáciles porque fue como si hubiese roto un corsé que tenía. Desde entonces, decidí que yo hablaba con el lenguaje que me salía de las narices, que es el lenguaje de mi vida, el que he aprendido en las calles, en Pamplona, en el pueblo. Llegar a eso me costó muchos años, mucho más de lo que les cuesta a los jóvenes ahora. De todos modos, no puedo quejarme y menos de la acogida que ha tenido mi obra, sobre todo, en el País Vasco, en sus medios de comunicación, en el ámbito universitario, entre los escritores y entre los lectores. De esto no me puedo quejar. Otra cosa es lo referente a los medios de subsistencia. Pero no es una queja. Las cosas pasan como pasan. Qué más da.

-En este sentido, ¿los premios ayudan, le reafirman en su profesión o, por el contrario, responden a meros intereses comerciales en los que importan los nombres y no la calidad de la escritura?
No sirven para nada. Sólo para el ego. ¿Sabes qué es el ego? Ese tío pequeñico de Bilbao que todos tenemos dentro. Bromas aparte, vanidosos somos todos. Todos tenemos las mismas pasiones, lo que ocurre es que pueden estar compensadas o descompensadas. Sirven para la satisfacción personal, para reafirmarte en lo que haces. Pero al día siguiente del premio, te encuentras con tus problemas reales y tus problemas reales son tu creación, tus páginas literarias, tu invención y tu lenguaje. El resto, es ruido, un ruido que te viene estupendamente pero que no es más que eso. Ahora bien, la falta de reconocimiento le puede arruinar a un escritor la vida y la trayectoria literaria, cuando éstas son lo mismo, tu escritura. Para mí, el premio más importante fue el primero, el de la Caja de Ahorros Municipal de Pamplona, un premio modestísimo, de ámbito local, que lo gané ex aequo con Díaz Exacto. Ganar aquello entonces fue el disparadero para ponerme a escribir. Por el lado contrario, me han invitado a participar en premios que son auténticas estafas, como el Pandereta. Los escritores, en general, tragan porque el que abre la boca se queda sin comer. No es un premio; se trata de una operación comercial, que están en su derecho de hacer porque son empresarios pero que no me intenten convencer de que eso es literatura.

-¿Se esconde detrás de algunos premios, como el Príncipe de Viana de la Cultura o el Euskadi de Literatura, algún sutil intento de manipulación política?
No, rotundamente no. El premio Príncipe de Viana te lo otorga el Consejo Navarro de Cultura, que está formado por casi veinte personas de todos los pelajes, de muchas ideologías, que valoran hechos. Por tanto, no es susceptible de manipulación. Lo mismo ocurre con el Euskadi en el País Vasco, premio que conozco bien porque lo he vivido como jurado.

-Vanidades y premios aparte, el hecho de residir en este hermoso valle navarro, alejado de ese eje literario y editorial que forman Madrid y Barcelona, ¿le crea el temor de llegar a sentirse un escritor olvidado?
Eso es un espejismo y en mi caso sería una mentira. Con mi trayectoria, con los libros que he publicado, con los premios que he ganado, con las editoriales en las que publico, si me quejara de ser un hombre olvidado, sería un sinvergüenza. Lo que pasa es que atraviesas etapas y ahora me toca una de regreso a Baztán desde Madrid para trabajar en mi proyecto literario. Eso es lo importante, la creación, la verdadera creación. Actualmente, trabajo en "La sultana", que es la tercera novela de la saga "Las armas del tiempo", una obra que constará no de seis, como tenía previsto inicialmente, sino de siete partes. La séptima será una revisión de la primera historia, "El corazón de la niebla", pero contada por otro personaje. Busco así reflejar lo subjetivo de nuestra percepción de la realidad. El protagonista será el médico nacionalista, abertzale, pero ya mayor.

-Sus personajes, los escenarios donde se mueven, las historias que narra ¿le pueden llevar a ser tachado, a ser etiquetado en el mundo literario como un escritor localista?
Escribo de lo que tengo delante de las narices y de lo que siento. Si te conviertes en un escritor localista es por falta de esfuerzo, de ambición. Por ejemplo, la obra de Kafka transcurre en Praga, Faulkner escribió de un lugar más perdido que Olite. Pero ambos fueron capaces de calar en la condición humana, en la descripción de los demás, en las pasiones, en la memoria. Si eres capaz de eso, nunca serás localista. Te pueden tachar de localista, pero lo hará el más patán.

-Como navarro y como literato, ¿cómo ve, cómo siente Navarra?
Es muy difícil contestar a esto. Navarra es un territorio tan complejo como rico, en el que se producen, y se van a seguir produciendo en el futuro, posiciones enfrentadas, basadas tanto en ideas o concepción de la historia y de la memoria como en sentimientos. Me refiero a la parte que hay en Navarra de sentimiento identitario vasco como del que no lo es. Eso no va a tener solución. Lo que está pasando en las urnas es una realidad como la copa de un pino. Va a seguir siendo un territorio en el que conviven dos mentalidades muy fuertes, la navarrista y la vasquista. Y no tienen por qué estar enfrentadas. Hay navarristas no vasquistas, navarristas vasquistas que no son nacionalistas, navarristas vasquistas que sí lo son pero que nada quieren tener con Euskadi... Es muy complejo. Desde luego, en lo inmediato no va a ver un decantamiento hacia un mundo u otro. Esas dos visiones de Navarra las veo cada vez más radicalizadas, enfrentadas, aunque nunca a lo bruto, por supuesto. Hoy en día, manda el capitalismo y ya ni Dios se juega unas vacaciones en las Seychelles por defender alguna causa.

-Y de la situación actual que vive el mundo, ¿qué tiene que decir?
Es muy preocupante lo que ha pasado desde ese 11 de septiembre, el aplauso con que han sido recibidas las medidas de Estados Unidos de recorte de las libertades personales. En un futuro inmediato, puede convertirse en una amenaza por contagio, porque como se le coja afición a limitar las libertades... esto puede ser tremendo. De una forma aceptada por todo el mundo, hemos asistido a un recorte de libertades personales en pro de otras libertades que son muy discutibles. Los gobiernos han adquirido mayor capacidad de acción sobre los individuos y eso no es bueno para éstos.

-De sus palabras se desprende una preocupación pesimista. ¿Estaría dispuesto a involucrarse en alguna causa? ¿Se considera un escritor comprometido?
Qué va. Hay otros más comprometidos que yo. Bueno, algo sí. Como ya he dicho, escribo de lo que tengo delante de las narices y en la memoria. Desde mi punto de vista, no quiero darle jamás nunca lecciones a ningún escritor. Yo no quiero decir "el escritor tiene que hacer, debe hacer..". Cada uno debe trabajar con arreglo a su conciencia. Y sí me comprometería en una causa aunque hoy son más difusas. Ahí está la causa contra la barbarie, que debe ser más contra la barbarie que contra ETA. ETA nos está complicando la vida a todos y más que a nadie al País Vasco. Ha emponzoñado la vida del País Vasco y ha impedido que haya cobrado la realidad que tiene derecho a tener. Es un entorpecimiento brutal. No se dan cuenta. En estos veinte años, el País Vasco, con sus gentes y sin esta rémora, habría avanzado bastante más, porque posee un gran capital humano, raro de encontrar, en todos los niveles.

-Para concluir, abandonemos la seriedad y recobremos el humor, que es tan importante en su vida y en su obra. Y, aunque le parezca broma o paradoja, recomiende un libro a George Bush y otro a Bin Laden.
¡Uffff! ¡Qué difícil! Vamos a ver... Al estadounidense, "Alá no está obligado", de Ahmadou Kourouma. Y al otro, no sé... Sí, los ensayos de Montaigne, ja, ja, ja.

Obra literaria

El pasaje de la lunaMiguel Sánchez Ostiz es autor de las novelas "Los papeles del ilusionista" (1982, Premio Navarra de Novela), "El pasaje de la luna" (1984), "Tánger bar" (1987), "La quinta del americano" (1987), "La gran ilusión" (1989, Premio Herralde de Novela y Premio Euskadi de Literatura), "Las pirañas" (1992), "Un infierno en el jardín" (1995), "La caja china" (1995), "No existe tal lugar" (1997, Premio Nacional de la Crítica) y "La flecha del miedo" (2000).

El corazón de la nieblaEn la actualidad, trabaja en "La sultana", la tercera novela de la saga "Las armas del tiempo". Las dos primeras fueron "El corazón de la niebla" y "En Bayona bajo los porches". A "La sultana" le seguirán "El anillo de San Huberto", "El mirador de Biriatou", "A la sombra de la higuera" y una séptima novela que todavía carecía de título.

Ha escrito también los ensayos, misceláneas y diarios "Mundinovi, gaceta de pasos perdidos" (1987), "Literatura, amigo Thompson" (1989), "La puerta falsa" (1990), "El árbol del cuco" (1994), "Veleta de la curiosidad" (1984, Premio Café Bretón), "Pamplona" (1994), "El santo al cielo" (1995), "Las estancias del nautilus" (1997), "Palabras cruzadas" (1998), "El vuelo del escribano" (1999) y "Derrotero de Pío Baroja" (2000).


Fotografías: Koldo Larrea


Euskonews & Media 156.zbk (2002 / 2-22 / 3-1)


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