Cuenta
Roge Blasco que lo suyo con el periodismo viajero era algo que
siempre soñaba pero nunca acababa de llegar. Tras dirigir
Muskaria —revista
sobre el rock vasco—, las únicas colaboraciones que le
pedían eran de temas meramente musicales. Admite que la
música le apasiona, pero empezaba a sentirse un tanto agobiado.
Un día se le ocurrió entrevistar a todo viajero
que se topara en el camino, y de aquella idea curiosa surgiría
Levando anclas. A pesar de que el trabajo le deja poco tiempo
para viajar, mentalmente dice haber recorrido los lugares más
recónditos de la tierra.
-¿Qué
le llevó a estudiar periodismo? Ya desde niño
me gustaba el periodismo. Con once años hacía tebeos
y una revista que se la solía vender a mis primos. Así
que desde pequeño ya estaba entrevistando a la gente. Creo
que es vocacional y además no sé si sabría
hacer otra cosa.
-Y el destino
le unió al periodismo digamos "viajero". Se unieron las dos
cosas: la vocación periodística con el aspecto romántico
del viaje. Por aquel entonces éramos muy pocos los que
tratábamos el viaje con algo de contenido. En el año
84 empecé con Levando anclas, en el 87 me llamaron
para ETB y allí estuve hasta el 95, luego entré
en TVE2 en un programa que se llamaba Tierra a la vista.
En Levando anclas he continuado hasta ahora, y domingo
tras domingo me he llenando de toda esa gente que he ido entrevistando.
Son mis dos pasiones: el periodismo y los viajes.
-¿De dónde
le viene a Roge la pasión viajera? Yo creo que es algo
que todos llevamos dentro. Tal vez sea por nuestros ancestros,
que eran nómadas. Desde que el hombre se incorporó
y se puso a andar sobre sus dos piernas el viaje ha ido unido
a él. Tampoco hay que hacer demasiado esfuerzo para tener
pasión por el viaje. Por otra parte, recoge todos esos
aspectos románticos que todos llevamos dentro: la libertad,
el ir más allá de los límites, la curiosidad.
Quizá yo lo tenga más desarrollado que la media,
no lo sé. Desde pequeño he tenido interés
por la geografía. Ver un mapa siempre me ha hecho soñar,
quizá también tenga algo que ver con eso. Cuando
oía hablar del Tibet, de Bhutan… Eso me ponía la
imaginación al cien por cien. Siempre pensaba en cuando
podría ir allí, al Himalaya, o conocer los Andes,
Vietnam, estar metido en la selva. Cuando eres pequeño
ese tipo de pensamientos te encienden la imaginación.
-¿Cuál
fue el primer lugar que visitó?
Recuerdo
que uno de los primeros lugares que visité con mis padres
fue Sevilla. Una vez empezados los estudios me gustaba ir en Inter-rail,
así fui a Roma o a Amsterdam. Con unos amigos y la furgoneta
me fui a Londres. Y en 1984 llegó Cuba, el primer viaje
que hice fuera de nuestro continente. Cuba fue un impacto para
mí. Tras aquello estuve en Nicaragua, allá por el
86, en plena época sandinista. Luego vinieron Ladakh—en
el Himalaya, al norte de la India— y Sri Lanka. Por aquel entonces
estaba a punto de terminarse el contrato que tenía en Doctor
Livigstone, supongo; era verano y aproveché para irme
con un amigo cámara —Javier Angulo— a Uganda, y hacer unos
cuantos documentales por nuestra cuenta. Nos fuimos en busca de
las fuentes del Nilo, aunque también estuvimos en Benin
haciendo un reportaje sobre el vodoo, en Guinea Ecuatorial, siguiendo
los pasos del explorador vitoriano Manuel Iradier —y por cierto,
estuvimos con su bisnieto Alvaro Iradier—. Iradier fue el primer
europeo que llegó al río Munik.
-Muchas veces
se tiende a idealizar los viajes, pero luego la realidad no cumple
con las expectativas que uno se había hecho. ¿Le ha ocurrido
alguna vez eso?
No, una vez sobre el terreno a mí
siempre me ha aumentado la perspectiva. Quizá de los lugares
en los que he estado Sri Lanka me desilusionó un poco.
-¿Por qué? Después de estar
por América Latina fue el primer viaje que hice a Asia,
y vi que la mentalidad era bien diferente a la nuestra. Ya había
estado en África o en América, y al llegar Asia
me pareció que la mentalidad era tan distinta… Los africanos
eran diferentes, pero de alguna manera llegas a conectar con ellos.
Sin embargo en Sri Lanka no había manera. No podía
conectar con la gente, primero porque me detuvieron nada más
entrar en el país. Cometí el error de poner en el
papel para entrar por la aduana que era periodista, y se armó
una buena. Cuando por fin me dejaron entrar estuve condicionado,
porque en todo momento iba con un militar al lado. El lugar en
sí me pareció precioso y la cultura ancestral que
tienen es increíble. Sin embargo, me pareció que
los lugareños se aprovechaban continuamente del turista
que por aquel entonces era yo. En ningún momento vi la
hospitalidad que sientes en otros países. De todas maneras
fue una pequeña disgresión; todos los demás
países me han llenado mucho más de lo que pensaba.
-Precisamente
antes comentaba el enorme impacto que le causó Cuba. Me impactó muchísimo.
Era mi primera salida al continente americano, y por aquel entonces
se vivía una de las mejores épocas del socialismo
cubano. Era una sociedad en desarrollo, estaban situados en una
clase media baja, pero todo el mundo vivía bien y se notaba.
Había una tremenda educación, una tremenda cultura.
Me pareció un país no ideal pero sí en vías
de serlo. Todo esto cayó cuando volví en el año
91. Hacia un tiempo que se había caído el muro de
Berlín y ya no existía la Unión Soviética;
Cuba mismo estaba en un período especial. Cuando vi en
lo que se había convertido La Habana siete años
después, estuve a punto de llorar. Me encontré un
país bien diferente. Pero aún así no me desilusioné
y prueba de ello es que visité Cuba en otras tres ocasiones.
De todas maneras no sólo me impactó Cuba, también
me impactó Perú cuando estuve por los Andes. Me
pareció mágico, había cosas que no entendía
porqué sucedían pero disfruté mucho.
-¿El hecho
de que esos destinos tan exóticos se hayan convertido en
zonas de turismo masivo ha sido beneficioso?
Supongo
que son las dos caras de una misma moneda. En el caso de Cuba,
por un lado los turistas que llegan a la isla van de vacaciones
y a derrochar más dinero de lo habitual. No se dan cuenta
de que están en una sociedad socialista donde el dinero
no corre tanto como en la sociedad capitalista; somos unos privilegiados
que tenemos la oportunidad de viajar, la oportunidad de ir a Cuba.
Entonces ¿qué imagen les damos? Ellos ven que nuestra sociedad
es muy derrochona, que tenemos la oportunidad de viajar allí
cuando ellos no pueden ir ni al lugar que tienen más próximo.
Eso en el caso de Cuba, pero se puede trasladar a otros países.
¿Qué imagen da el turista? La de derrochón. Pero
el caso es que aquí no lo gastamos de esa manera, en cosas
tan superfluas. Sin embargo ellos se quedan con la imagen del
extranjero que tiene dinero de sobra. Para una sociedad subdesarrollada
es un impacto muy fuerte y además es malo. Por otro lado,
el turismo es beneficioso para Cuba porque es una de las fuentes
en la que se sustenta la economía cubana. Es un arma de
doble filo. Yo creo que, al viajar, cuanto menos se note tu paso
mejor. No hay que dejar huella, ni aparentar nada, ni creerte
más que ellos —porque no lo eres—, y hay que demostrar
un respeto absoluto al país y a la sociedad donde estás.
Eso es básico; si no vas con esas características
mejor que te quedes en casa.
-¿Quizá
no se deba también a que se está perdiendo esa visión
romántica de viajar y hoy en día, se vaya donde
se vaya, sólo se buscan las comodidades? No sé si se
podría llamar viajar a cuando una persona va todo el rato
viendo el paisaje a través del visor, tanto de vídeo
como fotográfico. Para mí eso no es viajar. Irte
a la República Dominicana para estar todo el día
en la playa no sé si se le puede llamar viajar. Ahora,
si quieres decir que has estado en el Caribe, tal vez te sirva.
Viaja más el que se queda en casa leyendo sobre México.
Es muy relativo eso del viaje, hay mucho marketing alrededor de
él y no te deja ver lo que es el viaje en realidad. Pero
tampoco estoy en contra de los viajes organizados.
-¿Cuál
sería el viaje ideal de Roge Blasco? Iría a muchos
sitios, pero por poner un ejemplo a Mozambique. Es un país
del que desde hace mucho oigo hablar de él. Es como cuando
de pequeño oía hablar de Cuba y soñaba con
ir algún día a ese país tan exótico.
Con Mozambique me pasa lo mismo. Una vez se me presentó
la oportunidad de ir, pero no tenía el visado y desde entonces
me ha llamado mucho la atención. Me gustaría ir
porque es africano, porque todavía no ha llegado el turismo,
porque tiene cientos de kilómetros de costa y también
porque hablan portugués —que me parece un lenguaje fácil
para conectar con ellos—. Ya por el nombre me suena muy bonito.
Es como cuando ves en un mapa un nombre que te llama la atención
y sientes que tienes que ir allí, sólo por el nombre
y su situación en el mundo. Eso me pasa con Mozambique.
Pero no se cuando iré; llevo años diciéndolo.

-A pesar de
tener un programa sobre viajes no parece que viaje mucho. Yo no me considero
viajero, viajero mental sí, pero nada más. La verdad
es que no viajo mucho, viajo con las historias que cuentan los
oyentes. Tengo programa casi todos los domingos del año,
y como comprenderá el oyente mis viajes son más
bien mentales. Tengo la oportunidad de irme de vez en cuando pero
como simple turista. No era como en una época que me iba
con la cámara y vivía aventuras. Entonces iba por
mi cuenta y a la suerte que corriese. De todas maneras supongo
que algún día volveré a retomar ese tipo
de viajes.
-Comentaba
antes su etapa por televisión; tendrá muchos recuerdos
de entonces. Muchos, sí.
Sobre todo de vivir el riesgo de lo que te va a pasar, tanto con
el equipo como a nivel personal. Porque en realidad nunca sabías
lo que iba a pasar al día siguiente. Era todo muy frágil.
Un par de veces estuvimos a punto de ser detenidos, hasta que
lo hicieron seriamente en Guinea Ecuatorial —nos acusaban de tráfico
de estupefacientes—. En Guinea Ecuatorial mismo, el anfitrión
que nos acogió nos siguió con un machete toda una
noche. Allí existe un protocolo y nosotros le dimos dos
botellas de whisky. Pero por lo visto estaba en tratamiento psiquiátrico
y el alcohol le afectó. En Benin se me acabó el
dinero y sólo cenábamos. El encuentro con los gorilas
en Uganda fue muy especial, ocurrió en un sitio que se
llamaba la selva impenetrable. También fue apasionante
llegar a las fuentes del Nilo después de haber estado haciendo
el programa Doctor Livingstone, casualmente eran unas fuentes
a las que nunca llegó el propio Livingstone. También
recuerdo los cuarenta días que estuvimos por Perú,
que cada media hora era una auténtica aventura. Fue también
el viaje más duro que he hecho. En La Habana se nos quemó
una habitación del hotel. Saltó el transformador,
toda la habitación empezó a arder y el cámara
no murió asfixiado de milagro. En las Antillas íbamos
por el mar navegando, entró una gota de agua a la cámara
y se estropeó. Fue horrible, para mí fue como si
se me cayera el mundo encima. Las experiencias más extremas
las he tenido en estos lugares, porque te jugabas todo. Pero a
la vez, me lo pasé muy bien porque una cosa compensa otra.
-Ser periodista
también cambiará la manera de percibir las cosas.
Sí,
porque quieras que no te obliga a meterte de lleno en los temas.
Cuando vas de viajero tienes la opción de elegir, pero
cuando vas de periodista tienes que buscar lo que se te pide,
tanto sean lugares remotos como gente interesante. Te obliga a
involucrarte en lo que tienes que hacer, en la sociedad a la que
vas. En cambio cuando vas por tu cuenta, vas a disfrutar.
-Debe de ser
duro unir un hobby con la profesión. Compaginar lo que
para algunos es oficio con lo que para otros es afición. Yo me divierto mucho
haciendo lo que hago y tengo la suerte de trabajar en lo que me
gusta. En ese aspecto soy un privilegiado, y para mí trabajar
entrevistando gente que viaja es un placer. Es muy satisfactorio
porque aprendes cosas, y además es gente maja. Tuve la
suerte de que se me ocurriera hace más de 18 años
entrevistar a este tipo de gente y todavía sigo haciéndolo.
No me lo creo pero todavía me dura.
-Tiene, por
lo tanto, una gran responsabilidad. No sé si es
tanta responsabilidad, porque yo me lo tomo como si hablara a
cuatro personas. Pero sí, tal vez sea responsabilidad porque
cada domingo intento hacer un programa distinto.
-¿Qué
le queda por hacer? Me queda por hacer
todo, tanto en viajes como en la vida misma. Me gustaría
empezar de nuevo. En cuanto a viajar está todo el mundo
por ver. Incluso me gustaría repetir los países
a los que he ido. Es lo bueno que tiene esto: que siempre es nuevo,
siempre es distinto.
Roge
Blasco (Bilbao, 1956)
Licenciado
en Periodismo por la Universidad del País
Vasco.
En
1980, con la ayuda de unos compañeros
de clase (Oscar Amezaga y Pedro Mari Azkorraga),
crea Muskaria, revista sobre el rock
vasco.
En
1984 recaló en Radio Euskadi y pronto
se puso al frente de Levando anclas,
programa viajero en el que sigue en la actualidad.
En el mismo medio ha presentado Marea gora
(programa musical) y La casa de la palabra
(todavía en emisión).
Desde
1987 hasta 1995 fue presentador del programa
Doctor Livingstone, supongo de ETB y
también lo fue de Tierra a la vista
de TVE 2
Ha
hecho diversas colaboraciones para Egin (Rock
and Klik), Deia, Diario Vasco y Gara. |
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Fotografías: Estibalitz
Ezkerra
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Euskonews & Media 177.zbk
(2002 / 7-26 / 9-6)
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